lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Qué es lo más divertido que podemos hacer las personas sin quitarnos la ropa?

Soy un acto de desaparición mal hecho. Similar a cuando el gato se come un canario y su tos está llena de plumas. No sé desprenderme, no sé dejar atrás. Seguramente, sea porque vales tu peso en oro; sólo hay que decírselo a mis párpados, porque cuando cierro los ojos, tú siempre estás detrás de ellos. Dejaré la revolución para mi cama, y la locura para los conejos. Dirigiré esa revolución, no habrá más guerra, no habrá más ropa, me aseguraré de que las cremalleras crujen. Nunca había escuchando un sonido mejor que mi nombre saliendo de tu boca. Te defenderé, yo mataré guarras por tí; en esta enfermedad que eres tú, yo soy el glóbulo blanco que lucha como el más poderoso y ambicioso guerrero por tí. Prometo, que nunca me volverás a recibir con los ojos de caleidoscopio, brillantes de pura tristeza. Juro, por Dios, que quemaré el dinero en efectivo, para conspirar contra tu cuerpo esta noche. Ellas saben, tú sabes, yo sé, que no se parecen a mí. Ni final agridulces, ni principios salados. Mejor períodos de cocinar, de dolor de espalda causado por la basura de colchón y su crujir de muelles. Prefiero dedicarte mis delirantes palabras, que una canción escrita por una máquina en Londres. Prefiero que mi propio piano sea el que conoce algo que ni yo misma sé. ¿Qué es lo más divertido que podemos hacer las personas sin quitarnos la ropa?

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Me gustaba tener a una musa siempre pendiente de mí. Me protegía, me cuidaba, y me dejaba tiempo para reflexionar sobre si el ojo del personaje que estaba retratando tenía el suficiente brillo, o su mirada era de un monigote hecho en papel. Me hacía pensar. Ahora, cuando se supone que dicha musa ha de esta conmigo, me abandona. Cuando la necesito, se independiza. Mis figuras, son inexpresivas. Mi cabeza, me duele. Mis manos, son lo más sumamente torpe que jamás he sentido. No puedo controlar mis lágrimas. Cuando algo en tu vida va totalmente bien, el otro extremo, seguramente, se esté desmoronando. Mi cara está mojada mientras escribo esto, y no está lloviendo (aunque la lluvia es algo que Salamanca debe considerar como tendencia). Mi pequeña musa se ha ido... Se ha ido, pero volverá. Será que no tengo la suficiente fuerza como para abrir la caja de Pandora del todo, que sólo la he destapado lo más mínimo. Pero si me ejercito en esta miseria que tengo ahora por neuronas quizá consiga abrirla del todo y desatar la nebulosa de terror, frustración, arrepentimiento, y miedo. Ya la he rozado una vez, he tanteado con ella un poco, lo suficiente como para saber que no me gusta. Como la primera vez que fumé... Igualito. Echar de menos ya no es mi problema,  a eso me acostumbré hace tiempo, igual que a sentirme un poco apartada. No es que esté apartada, es que yo sí que tengo ese punto de anti-social. No me gusta que se hable de otras mujeres fantásticas, no me gusta ser una pobrecita, y no me gusta llorar. Pero lo necesito. Necesito que mi musa vuelva. Nevesito volver a  tener esa fuerza que antes se suponía que me caracterizaba. Necesito desaprender, y necesito coger aire. Y cerrar los ojos. Porque frívolamente, todo me va bien, y es sólo mi cabeza. Tengo miedo porque me han enseñado a tener miedo. Y soy débil. Lo reconozco. Ni siquiera sé si estoy aertando con mis decisiones, y todo esto es de gran magnitud, o que, simplemente, he tenido un mal día.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Me gusta beber té sola, y leer sola. Me gusta ir sola en el bus, y caminar sola hacia casa. Me deja tiempo para liberar mi mente. Me gusta comer sola, y escuchar música sola. Pero cuando veo a una madre con su hijo, a una pareja, o dos amigos riendo, me doy cuenta de que, por mucho que me guste estar sola, no me gusta sentirme sola. El cielo es precioso, pero las personas están tristes. A veces me gusta estar sola porque sé que no estoy sola.
 

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