domingo, 2 de diciembre de 2012

La mentira de los adultos

Cuando pasas a ser adulto, te ves obligado a firmar un pacto. Vas a mentir, a mentir mucho, y  los demás adultos mentirán contigo.  Hablarás con palabras que tu crees que tienen significado, pero su significante está vacío. Y estás condenado a ello, será tu pequeña celda sin barrotes. Firmarás, claro. Piénsalo. Todos los adultos mienten a los niños. Sobre todo en Navidad. Ese gran espectáculo, cargado de luces epilépticas, farándula, y amargos dulces chocolates escondidos en calendarios de adviento, envuelto todo esto en papel brillante que nos atrae como urracas. Y dicen que se escuchan cascabeles. Yo, discrepo. Se oye el choque del dinero, que pasa de unas manos sucias a otras manos sucias. Es la suciedad que la sociedad nos aporta. Y los adultos, siguen mintiendo. Nos enseñan que las mentiras son malas desde bien chicos, pero, eh, ¿qué me decís de los Reyes Magos? ¿y de Santa? Disfrazan nuestras ilusiones con guirnaldas y matasuegras de mentiras. ¡Mentiras, sucias mentiras! 
Es una pena. Es una pena, porque yo, ya soy legalmente adulta. Feliz Navidad.

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