domingo, 14 de octubre de 2012

Los esqueletos no pueden dar besos

Érase una vez un esqueleto llamado John. John había fallecido de la manera más tonta; ¡fue atropellado por un triciclo,cayó y se dió un tremendo golpe en la cabeza del que jamás pudo recuperarse! Una fría y lúgubre noche invernal, John paseaba tranquilamente mientras leia "The Daily Death", su periódico favorito, disfrutando de esa maravillosa luna que se alzaba sobre su cabeza. "No echo de menos ser humano. La Luna se parece a los humanos, conoce la tristeza y está hecha de imperfecciones." En ese instante, escuchó un crujir de hojas, que provenía del viejo olmo que John había visto plantar tras su funeral, cuando aún le quedaba ropa desgarrada por su cuerpo. ¡Era Sally! La reconoció enseguida; tenía un cráneo precioso. Había sido la chica de la cual se había enamorado en su adolescencia. "¡No sabía que te habías muerto!" Comentó con júbilo acercándose a ella. "No es algo que suela decir mucho." respondió Sally con júbilo. John sintió entonces lo que sienten los humanos cuando encuentran a una persona que les completa, cuando los humanos sienten amor, y cómo un tamborilero dirige los latidos de su corazón. John se acerco más, la agarró de las vértebras con sus huesudas falanges y se dispuso a darle un beso... Pero no podía... Porque los esqueletos no tienen labios. Y así, John miró a la Luna, lamentando no ser humano. "¡Ojalá tuviera labios para besar!" Gritó.

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